sábado, 24 de noviembre de 2012

La cuesta de Mo Yan

Hace unas semanas me llamaron de Canal Extremadura para recabar mi opinión acerca del último premio Nobel, el novelista chino Mo Yan. Como no tengo el gusto de haberlo leído -ni siquiera su novela El sorgo rojo, tan aclamada por los que han visto la película- despaché el asunto indicando los nombres de posibles lectores amigos míos; a saber, un editor y un poeta. Ninguno de los dos lo había leído, lo que dice mucho -y bien- de ellos. A fin de cuentas el Nobel es un premio que se concede precisamente para eso, para que leamos a autores que ni sospechábamos que existieran. A los pocos días mi librera me mostró encantada el reportaje sobre Mo Yan en el que ella y otros libreros aparecen comentando los lugares comunes del autor. Al parecer, el periodista en cuestión rastreó a fondo hasta dar con alguien (español, se entiende) que hubiera leído a Mo Yan. Sus pesquisas condujeron hasta una apacible ama de casa que se encontraba -lástima- de viaje. Ya iba a caer vencido en su empeño de glosar las virtudes del chino cuando el hijo de ésta, en un arranque de sinceridad, lo confesó todo: no sólo había leído varias novelas del chino sino que estaba a punto de merendarse la última.

Y así fue como, por fin, apareció la verdadera noticia.     

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